Franklin Ramón Chang-Díaz está en el Salón de la Fama de la NASA. Fue
el primer hispano (ascendiente chino) que recibió ese reconocimiento, tras haber sido
también pionero en ser aceptado por la agencia norteamericana
–ocurrió en 1980– y subir al espacio siete veces.
Ahora se dedica a construir cohetes en su propia empresa: Ad Astra Rocket
Company.
Desde 1979 ha trabajado contra
viento y marea en un motor revolucionario. No servirá para escapar de la
atmósfera terrestre, como hacen los propulsores químicos de las naves
convencionales, sino para ponerlo directamente en el espacio, al
servicio de diversas tareas comerciales, científicas o exploratorias. En
efecto, desde trasladar carga y astronautas a la Luna o Marte hasta
desplazar o extraer los minerales de un asteroide, recoger basura,
reabastecer satélites y empujar la Estación Espacial Internacional (ISS)
hacia una órbita más lejana. Precisamente, VASIMR será sometido por
primera vez a prueba en la ISS a comienzos de 2016.
El VASIMR –siglas en inglés de cohete de magnetoplasma de impulso específico variable– trabaja con plasma, un gas eléctricamente cargado que se calienta a temperaturas extremas mediante ondas electromagnéticas. Campos magnéticos muy fuertes, generados por imanes superconductores, controlan y guían ese chorro.
Es un motor excepcional no solo por su revolucionario diseño,
sino porque se está construyendo simultáneamente en Houston y
Guanacaste (Costa Rica). Emplazado en medio de un bucólico paisaje
selvático, un futurista hangar se ha convertido para los
latinoamericanos en el símbolo de la democratización e
internacionalización de la aventura espacial.
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